25 de marzo de 2011

Había probado a fondo la soledad. Pero ahora presentí que había una soledad más profunda, y que ésta era inevitable.


En estos momentos tuve una certeza fulminante: cada uno tenía una , pero ésta no podía ser elegida, definida, administrada a voluntad. Era un error desear nuevos dioses, y completamente falso querer dar algo al mundo. No existía ningún deber, ninguno, para un hombre consiente, excepto el de buscarse a sí mismo, afirmarse en su interior, tantear un cambio hacia adelante sin preocuparse de la meta a que pudiera conducir. Aquel descubrimiento me conmovió profundamente; éste fue el fruto de aquella experiencia. Yo había jugado a menudo con imágenes del futuro y soñado con papeles que me pudieran estar destinados, de poeta quizá, de profeta, de pintor o de cualquier otra cosa. Aquellas imágenes no valían nada. Yo no estaba en el mundo para escribir, predicar o pintar; ni yo ni nadie estaba para eso. Tales cosas sólo podían surgir marginalmente. La misión verdadera de cada uno era llegar a sí mismo. Se podía llegar a poeta o a loco, a profeta o a criminal; eso no era asunto de uno: a fin de cuentas, carecía de toda importancia. Lo que importaba era encontrar su propio destino, no un destino cualquiera, y vivirlo por completo. Todo lo demás eran medianías, un intento de evasión, de buscar refugio en el ideal de la masa; era amoldarse; era miedo ante la propia individualidad. L a nueva imagen surgió terrible y sagrada ante mis ojos, presentida múltiples veces, quizá pronunciaba ya de la naturaleza, un proyecto hacia lo desconocido, quizás hacia lo nuevo, quizás hacia la nada; y mi misión, mi única misión, era sentir en mí su voluntad e identificarme con él por completo.
Demian-Herman Hesse.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Empezando por el título ;D
Genial. Que bueno Herman Hesse :D
"Se podía llegar a poeta o a loco, a profeta o a criminal..." me deja... sin palabras. Me encanta ;D
Dalí muy interesante como siempre ;D

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